La inteligencia artificial (IA) es básicamente un software que imita el pensamiento humano. Su capacidad para realizar tareas es útil, pero no debe confundirse con la inteligencia real.
La IA, también conocida como aprendizaje automático, plantea preguntas sobre la capacidad de las máquinas para aprender y si la inteligencia puede ser creada artificialmente. Se enfoca en cómo pensamos en lugar de si la máquina lo hace.
Aunque el concepto de modelos de IA no es nuevo, su avance ha permitido la creación de aplicaciones sorprendentes como ChatGPT y Stable Diffusion.
Una guía no técnica ofrece una comprensión sobre el funcionamiento de la IA actual.
Los modelos de IA son estructuras estadísticas que predicen el siguiente paso más probable en un patrón, sin contar con un entendimiento real. Un pulpo hiperinteligente en el océano se utiliza para ilustrar este concepto.
Los grandes modelos de lenguaje, o LLM, empoderan aplicaciones como ChatGPT y mapean matemáticamente los patrones del lenguaje mediante entrenamiento.
La IA demuestra eficacia en la creación rápida de trabajos escritos, tareas de programación y resumen de información. En el ámbito científico, acelera la identificación de descubrimientos significativos.
Las IA se utilizan para conversaciones, pero su capacidad para comprender y responder emociones humanas es limitada.
Los problemas de la IA surgen de sus limitaciones, como la incapacidad para discernir entre hechos y alucinaciones, así como el sesgo en los datos de entrenamiento.
La reciente popularidad de plataformas como Midjourney y DALL-E demuestra el avance en la generación de imágenes con ayuda de IA, gracias a la mejora en la comprensión del lenguaje.
La IA general sigue siendo un concepto lejano y no hay evidencia de su pronta realización. Sin embargo, persisten preocupaciones sobre el futuro de la IA y su integración ética.
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Vía TechCrunch